viernes, 22 de junio de 2012

Messi y Ronaldo: El fútbol bipolar



(Aprovechando el gran partido de Cristiano Ronaldo en el Portugal 1 - República Checa 0, rescato este artículo que escribí a finales del año 2010. El panorama no ha cambiado mucho)

El 2010, año de recuerdo imborrable para el fútbol español, ha sido el primero en medir durante la continuidad que otorgan sus 12 meses a los dos indiscutibles exponentes de este deporte, rey de masas por su enorme sentimiento colectivo pero, al mismo tiempo, el que encumbra de forma más exagerada a sus ídolos. Y es que, indiscutiblemente, el fútbol personifica.

Messi y Cristiano Ronaldo responden a ese rol y traducen en sí mismos el duelo entre el Barcelona y el Real Madrid hasta definir una Liga inalcanzable para 18 de los 20 equipos en competición. Además, marcan un escalón insalvable, una distancia abismal para cualquier futbolista. Sus registros, más allá de gustos y sentimentalismo hacia lo patriótico, hablan de dos dictadores insultantemente superiores a las resistencias que se les presentan cada semana sobre el césped. Como muestra, la estadística demoledora de los 58 goles en 55 partidos del argentino y los 45 en 48 encuentros firmados por el portugués en este año que apura sus últimos días.

Reconociendo el purismo que podría defender que el fúbol no sólo se resume en goles, lo cierto es que parece imposible encontrar una aportación que pueda resistir mínimamente la comparativa. Difícilmente un portero alcanzará esas cotas de incidencia en el juego a lo largo de un año -quizá sí pueda hacerlo en un solo partido-, ni un defensa ni un creador puedan hacer tangibles sus prestaciones para igualar tan ingente cantidad de goles, puntos y victorias. Sí, se trata de un juego que se sustenta recíprocamente entre el bloque y la resolución de los elegidos, pero, seguramente y aunque parezca una opinión ligera, el plus que aseguran Messi y Cristiano a sus equipos siempre estará por encima de las necesidades que ambos tengan que satisfacer en el grupo que les respalda.

Con esto no se pretende desdeñar, en absoluto, el carácter grupal del fútbol ni la fuerza colectiva que lo caracteriza, quizá la clave de su gran aceptación. De hecho, el Mundial dejó un discreto bagaje de ambos con sus respectivas selecciones, un dato capaz de poner en jaque la teoría. Pero, evidentemente, su capacidad y su poder se reducen cuanto menor es el periodo de competición (en este caso un máximo de siete partidos) y cuando, por ende, lo aleatorio y lo puntual juegan un papel mayor que en una carrera de fondo como la que puede suponer una temporada o, en esta medición, un año natural.

En cualquier caso, más allá del análisis sobre la influencia en el fútbol de los dos -y viceversa-, su particular pulso en la distancia se presenta como una curiosa metáfora de la forma de entender el juego. Ronaldo escenifica la exhuberancia física, la supremacía de la potencia y una particular voracidad que desata el debate sobre su ego, tal vez su gran defecto pero, al mismo tiempo, el motor que le empuja a ser insaciable y extremadamente competitivo cada día. Messi, por contra, destila mucha más sutileza y la inteligencia a la que siempre le ha obligado su limitada constitución física.

Se trata, por lo tanto, de una bipolaridad manifiesta. El arranque demoledor y virulento contra la habilidad infinita, el uno contra uno llevado a la perfección y a una velocidad inclasificable. Todo ello, en el caso del '10' del Barcelona, envuelto en una progresión evidente y aplicada al grupo, en la que es, seguramente, la gran diferencia entre ambos y el punto que puede hacer decantar la balanza.

Cristiano catapulta a los suyos con sus apariciones de  'Hulk'. Messi, por contra, acelera el fútbol sin estridencias, con una continuidad que ha alcanzado con el paso de los años. Ahora, ya no es sólo un regateador incontrolable, sino un jugador con una capacidad superior de asociación y lectura del juego (su crecimiento como pasador es altamente significativo). Son, en definitiva, dos fórmulas opuestas, opinables y atractivas. Son los dos polos que definen hoy el fútbol mundial.

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